Casa

Tendremos que des-acostumbrarnos del café con espuma de cada mañana. Tomar el sol en la terraza cuando no hay lío. Ya no nos subiremos por las paredes. Pero volverán los aviones, los tuppers, y los madrugones a las 5 de la mañana, las horas imprimiendo, y los empujones en el metro. Hemos sido devoradores de libros y estrellas michelín. Además de tantas otras cosas que no imaginábamos. Nos ha sobrado tiempo para volver a conocernos. Tendremos que acordarnos de todo lo que somos capaces cuando ya no lo tengamos, el tiempo. Aprovechar cada segundo ahora que sabemos que tenemos tantas posibilidades, y tomarnos vacaciones de nuestra propia vida a veces, cuando veamos que se nos hace bola. Ahí buscaremos otra tregua de nosotros mismos. Y, que quieres que te diga, las islas paradisíacas y todas las maravillas del mundo están sobrevaloradas. Para eso nada como estar en casa, ¿dónde vas a estar mejor?.

Tiempo muerto

Sales de casa corriendo, como cada mañana. Maldita sea nunca aprendes a no apurar esos 5 minutos, pero esque te dan la vida. Te enfadas porque el ascensor se para en el segundo y tarda unos segundos más. Qué vecinos tan desconsiderados. Fuera, en la calle, las tiendas abren, las señoras avanzan hacia el supermercado, siempre a primera hora, puntuales. Entras corriendo al metro después de esquivar al que reparte periódicos en la puerta, qué manía de ponerse siempre en medio… Y una vez dentro te enfadas porque se acaba de ir el tren, te haces hueco entre la multitud para poder coger el siguiente, que llega en unos eternos 4 minutos. Este no lo pierdo, piensas, voy a entrar la primera. Y te colocas en una perfecta primera fila.
Hoy estoy en ese mismo andén, y me veo, como en una vida paralela. Esperando en ese mismo suelo en el que ahora solo estoy yo y un par de personas que acaban de entrar cubiertas con sus mascarillas. Veo el miedo en sus caras. No les faltan motivos. Pero estamos preparados y tenemos una razón de peso para estar aquí, eso seguro. La pantalla marca 13 minutos. No pasa nada, pienso. No hay prisa. Me acuerdo y casi me puedo ver a mí misma preocupada por perder unos minutos y perdiendo los nervios porque el tren se acaba de ir. Qué desgraciada. En ese momento lo tenía todo y no me daba ni cuenta. Me sonrío a mí misma a través del caos y me digo, tranquila, escucha la música que está sonando en tus oídos, disfruta de la gente chocándose a tu alrededor, disfruta incluso del tío del acordeón que por una extraña exactitud matemática siempre entra en el mismo vagón en el que vas tú y te hace poner en «pause» tu canción favorita.

Despedida

«Lo que ocurre en casa de la abuela se queda en casa de la abuela», «¿Cómo que no quieres otro plato? ¡Si no has comido nada!», «¡Ay, si yo volviera a tener tu edad! «, «Cada cosa a su tiempo», «Cuando el diablo no tiene nada que hacer, mata moscas con el rabo», » De desagradecidos está el mundo lleno», «Cada loco con su tema», » Más vale maña que fuerza», «Algún día dirás, ¡qué razón tenía tu abuela! «, » Obras son amores, que no buenas razones», «Amor con amor se paga». La lombarda, las torrijas, y la leche con pan. El puré de patata y helado de la romana, caldo de pescado, manolitos, y croquetas. Los respiral. El taller de costura. La vaselina Gal y la S3. El dinero de contrabando. El teleférico, el cine, las sábanas blancas, y el Mallorca. No te canso, ala, adiós adiós. Todo irá «funcionando».
Gracias.

Fukase

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«A principios de la década de 1960 Fukase contrajo matrimonio y convirtió a su esposa, Yoko, en su musa.

La crítica recibió bien las fotos de Yoko y comenzó a tener buenas ventas de su trabajo. Fukase se distingue por apartarse del nihilismo típico de su generación.

Junto con otros fotógrafos inició una escuela fotográfica.

Yoko acabó abandonando a su marido en 1976, después de 13 años de matrimonio.

Deprimido, viajó hacia su tierra natal en Hokkaido. Mientras viajaba en el tren comenzó a notar los pájaros que encontraba. De ahí surgió su gran tema fotográfico: las aves en general pero los cuervos en particular.

En 1992, deprimido, se emborrachó y rodó por una escalera: el golpe le dejó en coma durante veinte años, hasta que falleció en 2012.»

Imposible

– ¡Un café y al lío!

– Papá…

– Ya sabes la ilusión que le hará a mamá. Solo es un poco más de esfuerzo, no nos queda casi nada…

– ¿Casi nada? Papá tu idea de las burbujas es aun peor que aquello que se te ocurrió con las marionetas. Encima esos que tienen el puesto de helados al lado no nos quitan el ojo de encima desde que aquella pompa de jabón les hizo perder todo su chocolate. Además… Ella ya no podría disfrutarlo, ya sabes lo que dicen los médicos…

– No digas eso… Ya sabes que es su sueño, de siempre. Le encantaría, se volvería loca, se tiraría de los pelos que le quedan de placer…

– Pero no va a suceder.

– No digas tonterías hijo. Venga, que se nos hace tarde, y el grupo de japoneses que termina el free tour a esta hora siempre se pone como loco con nuestras burbujas. ¿Te acuerdas de cuándo toda esa gente se puso a hacer cola? El resto de viandantes se pensaban que eran gratis.

– Claro que sí papá.

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(imposibles)

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